Querido Roldán


Querido Roldán,

Hoy me toca despedirme de ti. Pero, la verdad, no sé ni cómo hacerlo. En apenas 15 días y después de hacer prácticamente de todo, he conocido tanta gente tan maravillosa que, sin duda, han dejado para siempre huella en mí.

Empezaré por eso precisamente, por la gente, por todas las maravillosas personas que he conocido, por personas que me abrieron las puertas de su casa desde el primer momento y, siendo más concreto, por una familia que se ha convertido para siempre en la “mía”.

Si mencionase a cada una de las personas con las que me quedo, no acabaría nunca. Sin embargo, esa familia de la que hablaba sí que merece una mención especial.

En primer lugar, gracias Pedro. Alcalde de Roldán y que fue el que sin dudarlo un segundo me abrió las puertas de su casa y me dio la inigualable oportunidad de conocer a esta familia a la que tanto querré siempre. Más que un compañero, me llevo un amigo.

En segundo lugar, gracias mamá Flor. No sé ni cómo agradecerte el tiempo contigo; en tu cocina, en tu casa, en tu familia. Desde tus espectaculares platos, pasando por las largas charlas en esa cocina hasta las lágrimas del último día; gracias, gracias y más gracias.

Tercero, ¡hermano! Creo fielmente que, en ocasiones, hay conexiones algo mágicas entre dos personas que no se conocen que las vuelven inseparables en un par de miradas. Con Mati me pasó algo así. El primer día era “tío”, del segundo en adelante ya me quedé con el “hermano”. Durante estos quince días no nos hemos separado el uno del otro; salía a comprar y me seguía, iba a almorzar y almorzaba conmigo; iba a la ducha y “yo te llevo la toalla hermano”; incluso, muchas veces, prefería sentarse en mis piernas que en las de su propia madre. Si me tengo que quedar con algo de Roldán, ahí lidiando con el tiempo con mamá Flor, estarían las entradas en casa. Digo con el corazón en la mano que nunca olvidaré esos momentos de entrar en casa sucio, sudado, lleno de tierra y escuchar, para más tarde ver, a Mati corriendo hacia mí al grito de “¡hermano! ¡hermano!”



Por último, gracias tío basto porque, sin tener estudios y además del cariño que de por sí nos tenemos mutuamente, es una de las personas más sabias que conozco; gracias Loisí y gracias Marino porque, aunque al principio no tuvimos mucho contacto, la relación fue mejorando día a día hasta hacer que la despedida fuera bien, pero bien dura. 



En cuanto al trabajo allí, fui fundamentalmente para la construcción de un parque a trabajar como un albañil más y, aunque puedo decir con  total certeza que ha sido el trabajo físico más duro que he hecho en mi vida, he aprendido y me ha enseñado tanto que lo repetiría una y mil veces más. Sin embargo, como siempre pasa en estos lugares, voy ofreciendo un dedo y acabo dándolo absolutamente todo de mí. Además del parque, plantamos como unos 20 árboles por todo el pueblo, lijé y pinté yo solito la fachada del ayuntamiento entera e incluso desenladrillé una calle entera a mano con mi amigo Pedro.




La despedida fue mágica. Como dije en ésta misma, cuando vienes de voluntario no esperas nada a cambio. Yo personalmente lo doy todo a cambio de un “gracias”, un recuerdo agradable o una sonrisa. Sin embargo, creo que el mejor premio que tiene el voluntariado es el notar que tu trabajo ha generado un impacto. Cuando el domingo, antes de irme, paseaba por última vez por las calles de este humilde, agrícola y precioso pueblo, se me anudaba la garganta: niños jugando en el parque que con mis manos ayudé a construir, la tienda donde salía a comprar con Mati, las plantas a los lados de la calle, el ayuntamiento recién pintado, los buenos días de la señora que se sentaba en ese banco… Y llegó el despedirse de la gente. Sinceramente, me di cuenta de toda la gente que apreciaba mi tiempo allí. Gente que incluso desconocía vinieron para darme un abrazo y un enorme “gracias”. Uno a uno, incluyendo un agradecimiento oficial subido en un escenario con las autoridades del pueblo de traje y yo con unos pantalones llenos de tierra, me hicieron sentir tremendamente conmovido, orgulloso y agradecido. Dejé lo difícil para el final. Siendo tan dura como es ella y tan valiente como ha sido siempre, la señora Flor o, mejor dicho, mamá Flor, se me derrumbó. Y yo con ella, evidentemente. Todas estas situaciones me hicieron ver que sí, que lo había conseguido, que he generado impacto, que he dejado mi huella en este pueblo.




Sin duda el sentirse querido nos gusta a todos. Sin embargo, hay algo especial en el sentirse querido en una zona humilde, peligrosa, y en la que nunca has estado. No sé si el no tener prácticamente nada magnifica las relaciones interpersonales o es el trabajo desinteresado a miles de kilómetros de casa lo que facilita el encariñarse con la gente. Lo que sí puedo decir es que para mí los corazones de estas personas no tienen precio, que las muestras de cariño no se compran con dinero. He tenido muchas relaciones con personas en mi vida, pero en ningún momento las he sentido tan puras como en los lugares desfavorecidos y en ningún caso he sufrido tanto una despedida. Yo, que nací en una zona donde gracias a dios lo tuve todo, me volveré a casa y dejaré familias que, luchando como cosacos por la comida del día a día, se acordarán de un gringo, un blanco, un barbón, que llegó y les abrió su corazón como nunca he conseguido hacerlo en mi país. Eso no tiene precio. Eso para mí lo es más que todo. 

Odio esa sensación de que un gracias no exprese lo eternamente agradecido que estoy y estaré siempre con cada persona que me haga sentir así. En este caso, aunque lo sienta insuficiente, GRACIAS, GRACIAS Y MÁS GRACIAS mamá Flor, Pedro, Mati, Loisí, Tío Basto, Jonny, Marino, “piscuit”, señora Dona, señora Carmen… y todos aquellos que vinieron a darme un “gracias” ese último día. Una vez más, personas en su mayoría sin estudios, han vuelto a darme una de las lecciones más importantes de mi vida.


P.D.: En algunas de las fotos veréis cosas vuestras, de todos aquellos que se animaron a participar en esa petición que lancé antes de venir aquí. Espero que esas caras, esas sonrisas, os hagan sentir al menos un poco de lo que yo he intentado expresar arriba. Un tremendo “gracias” también a vosotros y vosotras, de mí y de su parte.

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