Los días van pasando

Los días van pasando, mi barba va creciendo y ya casi no me quedan días aquí. La integración me la he tomado muy en serio y ya salgo como un peruano más a la calle.

Lo de conducir es....indescriptible. Sí, los primeros días da miedo: las prioridades no existen, los coches son poco más que un trozo de chatarra andante y las carreteras son puros caminos para hacer treking. Básicamente, esto es la ley de la selva. Como un camión arrasa a un coche, ¿por qué iba el camión a esquivarte? Tú,con tu coche, eres el que frena para evitar comer chapa. Pero no todo es malo, tú puedes hacer lo mismo con las motos. En el caso de que sean 2 coches es fácil: o aceleras o frenas y rezas para que el otro no piense lo mismo que tú. Bueno, no es del todo así, generalmente, el que acelera toca un poco el claxon (eso si, si los 2 tocan el claxon ya puedes empezar a buscar una escapatoria).



Eso sí, os puedo asegurar que nunca (y cuando digo nunca, es NUNCA) he disfrutado tanto de la conducción. Adrenalina a tope en todo momento. Hoyos descomunales que solo se pueden pasar a 10 km/h en una carretera en la que vas a 70 km/h, las ruedas son auténticos "slips" parcheados al menos 5 veces, mi coche tenía 2 cm de recorrido de embrague, cuando llueve es puro barro....en fin, lo más divertido yo seguramente peligroso que he hecho jamás. Pero chicos, la vida son 2 días. Hay quien hace puenting, hay quien escala montañas de 8000 metros y hay quien disfruta como un enano soltando sus dosis de adrenalina por las carreteras de las zonas más pobres de Lima.



Pero lo de la conducción no es lo único divertido. Antes de venir ya os comenté que no tenía claro que iba a hacer, que sería mucho más espontáneo que África. Y gente, así ha sido. Aunque con un esquema fijo de por las mañanas ir a casas de gente con discapacidad a desenterrar sus conocimientos y por las tardes ir a jugar con niños semiabandonados, te levantas sin saber qué tocará hoy. Me ha tocado sacar, desmontar, parchear, volver a montar y colocar ruedas de camiones enormes. Me ha tocado fabricar puertas desde 0. Me ha tocado arreglar coches. He aprendido a arrancar un coche empujándolo. Me ha tocado conducir un coche tirado de otro. Me ha tocado pintar y construir casas. En fin, tú llegas y con una sonrisa en la cara dices "Here I am!" y a lo que toque.


Pero supongamos que es un día normal. Por las mañanas voy de casa en casa de personas con discapacidad y trabajamos con ellos para que desarrollen sus enterradas y maravillosas habilidades. La verdad, si pudiera, trabajaría de esto toda la vida. Es el trabjajo más recompensado del mundo.Os contaré brevemente la historia de Luis. Luis es un chico de 20 años que tras un accidente todos le dieron por vegetal. En teoría, él solo sabía escribir su nombre, pero en cuanto le enseñamos el abecedario de nuevo, empezó a escribir otras palabras de forma magnífica como "mamá" y "papá" (con tilde incluida). En otra ocasión, le dijimos que cogiera una pieza de color azul (supuestamente, él no conocía los colores) y al agarrarla suelta con un tono muy seguro "BLUE". Mis ojos se abren como platos, miro a mi gran amiga Laura (una voluntaria belga) y preguntamos al unísono: ¿de verdad ha dicho "blue"? En fin, increíble.











Vamos a casa de mucha gente, unos nacieron con esa discapacidad, otros como Frank, fueron disparados 2 veces en una pierna en una pelea y ahora, debido al lugar donde se encuentra su casa, lleva 3 años sin salir de ella. Otra cosa que te pone los pelos de punta es la sinceridad de los chicos cuando cogen confianza. Me acuerdo un martes cuando un chico con síndrome de down viene, me da el abrazo más fuerte del mundo y me dice: "Alvaro, ayúdame por favor, mi papá pega a mi mamá". Sólo tenía ganas de llorar lo juro.





Por las tardes, de lunes a miércoles subo al cerro, donde me reúno con los niños más preciosos de todo sudamérica. A pesar de vivir en el cerro, lugar donde están las personas más pobres, con las peores chabolas, donde la luz y el agua se van cada dos por tres; estoy enamorado de ellos. Si ya los primeros días me tenían cariño, esto solo va en aumento. Trabajan mucho mejor, estamos empezando a aprender inglés y lo de cargarles....no ha mejorado (cada día tengo 10 niños encima, pero me encanta). Los jueves tenemos talleres de danza y los viernes talleres de deporte. La dinámica de estos talleres es genial puesto que los niños regulares se solidarizan con los discapacitados dando lugar a una de las cosas más bonitas que he visto en mi vida, como una persona con discapacidad y un niño regular de la máxima pobreza son capaces de darse apoyo mutuo.


















Pero no creáis que hacer un voluntariado es todo trabajo, la cerveza autóctona es maravillosa. Las fiestas con cajas y cajas de cervezas n
o nos las quitarán nunca. Una de las mejores fiestas de mi vida, la fiesta de Santa Rosa de Lima bailando huayno, la recordaré toda mi vida. El concierto de Corazón Serrano. Resumiendo, nunca olvidaré las interminables horas y horas de risas con esta tan maravillosa familia que me ha adoptado en Perú. Pero no nos pongamos nostálgicos, aun queda lo mejor.



Keep on enjoying life!

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