Aterrizando en un nuevo planeta
Desde que me monté en el avión en Bruselas, mi cabeza se convirtió en un auténtico hervidero de nervios. Mi cabeza no engranaba bien, no podía ni hablar en francés con la azafata de tierra. En mi cabeza sólo había preguntas, zarandeándose de un lado a otro y golpeado cada vez más fuerte en mi cabeza a medida que nos íbamos acercando. ¿Qué pasará cuando me baje del avión? ¿habrá alguien esperando? ¿cómo le reconoceré? ¿podré entenderme con él?....Pero si eso no era suficiente, el viaje me "ayudó".
Nada más entrar al avión, una sonrisa enorme iluminó mi cara. ¡Tenía una pantalla repleta de películas! Por lo menos, esto ayudaría a olvidarme un poco de la situación. Sin embargo, por causas desconocidas, 3 minutos después de trastear con ella tras el despegue, la pantalla hizo pufff....y se acabó el lujo. Intenté llamar a la azafata pero después de media hora desistí en el intento y cancelé la llamada. ¿Solución? Dormir. Me tiré casi todo el viaje sobando. Y lo que no dormía, me lo pasaba "hablando" con mi compañero de asiento que era un chico de Cotonou.
Finalmente, aterrizamos en Cotonou. Entonces, me pasó otra cosa muy curiosa. Mientras yo esperaba a poder coger mi equipaje de mano, la gente de delante de mi fue saliendo. Cuando ya no había prácticamente gente atosigando el pasillo, me dispuse a coger mi equipaje y colgarme la mochila. Como era lógico, tras cogerlo todo, me dirigía hacia la puerta cuando una de las azafatas comenzó a hacerme señas de que fuera y rápido; esto claramente acompañado de un francés medio africano que, sumado a los nervios, no había persona que lo entendiera. Pero bueno, haciendo caso a la azafata me bajé del avión y, sin entender por qué, a diferencia del resto, a mi me hicieron subir en una furgoneta en vez de un autobús normal. Perdonen, se me había olvidado que hablaba con europeos; aeropuerto = 3 sitios para aviones, 1 pista (de aterrizaje y despegue), y "terminal" (ya os lo explicaré más adelante).
Si no habéis viajado nunca solos a un sitio desconocido, os digo que lo único que quieres es no salirte de lo normal, es decir, ser una oveja más de ese rebaño de inmigrantes que se bajan del avión. Con lo cual, la furgoneta me les tocó (hablando en plata). ¿Por qué yo en esto? ¿Estarían llamando a otra persona? ¿Me harán pagar? ¿A dónde me llevan?.....Pero bueno, al final no fue para tanto. Me dejó donde me tenía que dejar....eso es. Me dejó en el medio de una carretera, petada de gente, en la que por al lado, los coches y los buses volaban. Arriba, en una pared, ponía "ARRIVÉE".
Es hora de definir "terminal" en idioma africano: 2 salas , cada una un poco más grande que vuestro salón. Primera de las 2 salas de que consta la terminal de llegadas. Una mini-sala que, por supuesto, las 400 personas que estábamos no entraban. De ahí el esperar en la carretera...
Tras un buen rato de cola, entré en la primera sala. En ésta, siguiendo la cola, pasabas 2 controles: el primero, un chico con una bata blanca miraba el cuadernillo de vacunación ( si no lo estabas....¡ay mai! te llevaban a un antro sucio y oscuro en el que ponía en un papel pegado a la pared con celo: "santé") ; el segundo, mítica aduana en la que te iraban pasaporte y visado.
Pasada la primera sala, llegaba la segunda, y, aunque no literalmente, yo ya me sentía fuera del aeropuerto. En esta sala, quizás un poco más grande que la anterior, había una cinta para la recogida de maletas. Os podéis imaginar el caos que era eso... golpe por aquí, golpe por allá....400 personas en busca de sus maletas y, además, morenitos vestidos con ropa del aeropuerto abalanzándose sobre cualquiera para cogerle las maletas y ganarse su propinilla. Aunque debía de haber alguien ahí esperándome, yo no lo encontré, pero bueno, tuve bastante suerte y encontré rápido mis maletas.
J'étais à l'Afrique
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